Antes de su última dosis
Antes de su última dosis, anduvo descalzo por los mares del humo negro. Una ciudad enorme, pero al mismo tiempo tan pequeña como la uña del dedo meñique. Su mirada perdida nos indicaba que su brújula interior había dejado de funcionar hacía tiempo. Sus ojos tenían un color inexistente, apenas perceptible al ojo desnudo. Si te acercabas mucho podías distinguir un iris verdoso tirando a rojo. Nos tendía la mano esperando que depositásemos esperanza en ella, una pequeña bola de cristal verde llamada alma. Su cabellera ondulada y gris se confundía con el humo de sus cigarrillos artesanales, liados a mano. Olía a incienso y pimienta. Que diferencia hay entre psicosis y neurosis? No creo que él lo supiera, pero daba igual. Sus gestos nerviosos y sus espasmos se mezclaban con sus visiones, que nunca llegábamos a entender. A veces veía peces rojos y verdes nadando en el aire, y otras veía su hermano sentado en el suelo contándole un chiste. Su voz era suave y harmoniosa, como él mismo tiempo atrás. A veces tocaba con su guitarra lo que él llamaba “música inquietante”, nos dejaba a todos helados. Quería hacer algo diferente, su universo musical era algo más que eso. Decía cosas tan raras como él mismo, producto de su imaginación y su locura crecientes. Aunque él les encontraba sentido.
Lo encontré en la casita abandonada, donde íbamos a veces a pasar nuestras veladas. Ahora estaba en el suelo, sus ojos sin vida fijos en el techo sin tejado y su pequeña bola verde de cristal saliendo de su cuerpo lentamente.