Niebla Minusválida
Como chavalín con granos, piojos y bigotillo entre la niebla minusválida.
Como barba plateada que ilumina el camino entre los almendros florecidos.
La primavera no es lo que nos han dicho siempre con tanto brillo en los ojos. No son flores multicolores, ni bosques cantarines, ni mariposas ebrias ni caras alegres. Ni tan solo son hormonas descontroladas. La primavera en realidad es una simple descarga eléctrica más en el universo, como tú o yo.
Cada día, o cada noche, cuando te levantas, no te paras a pensar en Todo y en Nada a la vez. Estás tan acostumbrado a vivir que piensas que ya nada puede sorprenderte.
No piensas en la complejidad de la naturaleza, en sus leyes no escritas y en la espiral interminable que nos mantiene a todos y cada uno de nosotros.
Respiramos, pensamos, nos nutrimos, caminamos, corremos, viajamos de un lado al otro del alma… Ya nada nos puede impresionar y dejarnos exhaustos de euforia como cuando éramos niños.
Mira con los ojos del niño, cada día, cada tarde y cada noche. Nunca son lo mismo. Todo cambia segundo a segundo, o tercero a tercero, si tú quieres.
Cada paso que das y cada mirada, cada oleada de tu cabello al viento y cada movimiento de tu boca cambia el mundo. No la Tierra, donde vivimos, sino el Universo entero.
Como gafas rotas en la copa de un árbol en un día de otoño…
Como un paraguas olvidado en una papelera de tu asquerosa cuidad, como las hormigas que corretean y se pasean por su mango…
Como puente bajo el cual vive un ser que perdió el habla y la escucha, como pez muerto que flota en el río del puente, como su ojo con la mirada fija en su techo de cemento gris-verdoso.
Como pétalos intestinales y sangre labial, no somos más que un puñado de carne huesos y sangre que tenemos la ventaja de comunicarnos. ¿Con quién?
Con todas las cosas.
Comunícate con el Boli o el papel, y la sorpresa te matará.